martes, 8 de abril de 2014

Extraño las sudestadas

No se cuando pasó, si fue el calentamiento global, o si solamente cambió el clima... pero hace años que no hay mas sudestadas en Buenos Aires. Como si nunca hubiesen existido, simplemente no hay mas...
Extraño esos seis o siete días que duraban. Empezaba con un cielo cargado, gris... muy gris. Después, sin aviso empezaba una llovizna fina, tan fina que las gotas parecían suspendidas en el aire. Nunca caían del todo. Tampoco mojaban, casi.
Al principio uno se alegraba. En otoño presagiaban los colores en los árboles. En otras épocas del año, daban un respiro a los días con sol. Y cuando ya empezábamos a odiarla, el viento pampero nos liberaba desde el horizonte, barriendo las nubes de golpe: una mañana de llovizna interminable, se veía venir como una tímida linea azul celeste desde en sudoeste, dejándonos un día de cielo azul, seco y a pleno sol.
La sudestada nos regalaba esos verdes intensos en las plantas. Esa odiosa humedad que mojaba todo al extremo de hacernos sentir que Buenos Aires era una gran pecera. Las mujeres sufrían por sus peinados. Los pisos húmedos resbaladizos también eran un atentado para mas de uno.
Hoy ya no existen esas sudestadas: un día se nubla como antes, pero más rápido (y con muchos relámpagos y truenos!) y llueve como en verano, de golpe y con gotas grandes. Se inunda la ciudad, se caen árboles y a los pocos días el pampero nos libera de este dolor de cabeza.
No llegamos a extrañar al sol. No odiamos la humedad que se inmiscuye en cada rincón de nuestras vidas. Ni prestamos atención al pobre viento pampero que viene a liberarnos y regalarnos el sol.
Ya no existen las sudestadas, tal vez porque vivimos muy apurados y tenemos tormentas acordes a nuestras vidas. Las sudestadas se hicieron mas violentas... como todos nosotros, como la sociedad toda.
No queda espacio ya para lluvias tenues, para añorar el sol... pero igual las extraño.