jueves, 13 de noviembre de 2014

12+1

Siempre tuve una relación muy rara con el número trece. Habiendo nacido en una casa donde mi abuela me decía que si dejábamos la mesa puesta, venía el diablo a comer mientras dormíamos (aún hoy en día levanto la mesa antes de ir a dormir!), esa y otras supersticiones eran moneda corriente: pisar las cosas cuando se caen (cada cosa tiene su significado: tenedor, visita de mujer; cuchillo, visita de hombre; cuchara, "rabieta", así que mejor pisar dos veces los cucharones y a no preocuparse tanto por las cucharitas de café!), no comprar cactus porque traen pobreza (cuando creo que en realidad los cactus crecen en zonas de suelos pobres, y no al revés). La lista sería interminable.
Pero con el número trece siempre tuve una aprehensión especial (número de quién entregó a Cristo, los estados constitutivos de los Estados Unidos, etcétera, etcétera): cuando desbloqueaba el celular y la hora era, por ejemplo, 12:13 am (obviamente lo tengo seteado para que muestre la hora en "am" y "pm" para evitar pasar por las 13 horas, tortura que duraba una hora por día!) volvía a trabarlo y esperaba al menos un minuto. O esperar que pase el minuto trece si estaba por enviar un mensaje de texto (mas aún si el mensaje incluía algo importante!). La lista ya se me hacía interminable.
Entonces, decidimos no casarnos un 2013. Viajamos, pero no guardé los datos con el año, solamente con el día y el mes. Pero el destino quiso que mi pareja quedara embarazada y tuviera que aceptar el desafío de vivir mi "primer embarazo" justo en 2013. Como hasta ese momento, viajes y otros aspectos de la vida diaria venían muy bien, pensé que estábamos haciendo las paces con el trece. Si hasta había ganado dos veces a la quiniela con el número 113! Claro, lo veía seguido en un auto con patente finalizada así, y pensé que tenía que jugarlo, (como inicio de las paces) hasta que me di cuenta que era un auto que estacionaba en mi mismo garaje. Igual, había ganado a la quiniela! Y dos veces!
Y estábamos ya casi en agosto, la panza seguía creciendo, y pensé que después de todo, el 2013 no venía tan mal. Nos tocaba la ecografía de la semana 10 (donde ya veríamos moverse al bebé!) y cada vez me sentía mas confiado, que como otras supersticiones, la del trece era una más (las veces que, por olvido, habíamos dejado la mesa puesta al irnos a dormir, nadie había comido ni bebido nada... y menos el diablo - espero). Cuando en la ecografía nos dijeron que el embarazo se había interrumpido, fue tan terriblemente doloroso, que poco tiempo tuve para pensar en el 2013. Creo haber sentido lo que el pobre Tupac Amaru. Perder un embarazo, creo, debe ser la cosa mas parecida a un desmembramiento. Es muy tristemente fuerte... devastador...
Hace unos días, cuando el trece se volvió a colar frecuentemente en el horario de mi celular, pensé en lo vivido. No sé... creo que en definitiva el número trece y yo hicimos las paces... bueno, no se si exactamente "las paces", pero al menos, reconozco que me venció. Hoy vivo con él un tipo de "pax romana". Reconozco la derrota.
Ya no tengo fuerzas...